Cerebros para exportar
Guillermo García-Alcalde
A Wert le «duele» tener que renunciar a las becas de
excelencia por las sociales. Debería dolerle mucho más la constante diáspora de
la generación mejor preparada de la historia de España, como dicen ellos. El nivel
excelente de las últimas generaciones universitarias no tiene aquí
trabajo. No es malo que salgan, a condición de que lo hagan para volver. La
pregunta es si volverán y cuándo, porque las condiciones sociolaborales y
culturales del país han sufrido un retroceso que costará lustros
remontar. Así que seguir invirtiendo en excelencia para los demás es un
pésimo negocio, por mucho que relaje a la derecha el talismán de la
exportación. Las becas sociales, sin embargo, tienen garantizado el principal
de sus fines, que es la igualdad de oportunidades. Pero este básico derecho es
despreciable para la mentalidad neocon y no abona eslóganes como el de la generación
mejor preparada. Las paradojas españolas (fabricadas por clasistas sin
clase) ya suenan a sarcasmos que serán bombas de tiempo.
El ministro promete irse de la política
cuando expire el mandato en curso. Es una tragedia. La contrarreforma
educativa no puede esperar tanto. Los cambios y correcciones de
imprescindible aplicación a la reforma Wert serían ahora
menos traumáticos que dentro de dos años y medio. En ese lapso se habrá
degradado para mucho tiempo la paz de las aulas, quedarán frustradas
demasiadas vocaciones, veremos bajo mínimos la calidad científica y
docente. No habrá sido posible aplicar compensaciones lingüísticas
al problema catalán y los excelentes emigrados sufrirán un tiempo
adicional de destierro.
El ministro debería mudarse ya mismo y ganaría
con ello la gratitud de su propia familia política y del mismo consejo de
ministros, aliviado al no tener que respaldar colegiadamente al intrépido
que provoca un rechazo más generalizado que el de su colega de Justicia, o
el de Hacienda, que ya es provocar. La gobernación de un país resulta
suficientemente ardua, ingrata y a veces bronca como para ponerla en
manos de aficionados como José Ignacio Wert, incapaces de ver la gruesa línea
roja que separa la petulancia tertuliana del compromiso de la
gestión. Mucho más en tiempo de crisis, e incalculablemente más cuando la
soberbia intelectual ciega los consensos y yugula las
rectificaciones motu propio. Este ciudadano quiere igualar «por
arriba», no por la base, y con ello está consiguiendo resolver la papeleta
de otros paises, que eligen a la carta los mejores profesionales jóvenes de
España sin haber invertido un euro en su formación.
Levante
emv
12 de julio
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