Si era tan grave, ¿cómo no nos
dimos cuenta?
Gregorio
Martín
Aunque sea
políticamente incorrecto enunciarlo, hay datos para pensar que la Generalitat
Valenciana (GV) tiene muchas posibilidades de ser intervenida. Que ocurra o no,
pertenece al mundo de las profecías político-económicas en cuyos vericuetos no
es el rigor quien domina. Un rigor que pedía la reina Isabel II en su ya famosa
pregunta a los economistas de la London School: ¿Si la crisis es tan grave,
cómo no nos dimos cuenta antes para poner remedio? La anciana y espabilada
Tudor recibió floridas explicaciones académicas, pero su perplejidad sigue.
Cambien la palabra «crisis» por «deuda de la GV» y por «nos» entiendan
nosotros, plebeyos valencianos.
Los 30.000 millones de deuda con que la GV ha cerrado 2013 se explican por tres
razones: las abundantes tropelías, burbujas y despilfarros acaecidos en los
entornos de la GV; las consecuencias de más de cinco años de crisis global; y
las condiciones en las que algunos irresponsables aceptaron financiar los
servicios básicos que gestionaban.
La dificultad para cuantificar el impacto de cada uno de los tres componentes
de esta tormenta perfecta no es excusa para dejarse llevar por promesas mas o
menos milagreras, que llegan tanto desde el actual Consell (4.200 millones mas
del FLA, que en parte son ya refinanciación de préstamos anteriores de Montoro
que no se han podido pagar, con lo que el taxímetro de la deuda no se para)
como de los grupos de la oposición que no se sabe qué proponen exactamente para
el día después de una posible victoria electoral. El supuesto consenso
prometido no es tal, como muestran unas Corts en increíble puente vacacional
con el silencio propio de la falta de diálogo interno, mientras se habla con
otras comunidades autónomas (CC AA) como la reunión de hoy del president Fabra
recibiendo a colegas del PP de otras CC AA, ignorando que Baleares
financieramente tiene las cosas mucho más claras que la Comunitat Valenciana
(CV) o Ximo Puig con su homólogo catalán hablando de quiméricas quitas a los
bancos privados, cuando la mayoria de la deuda de la GV ya es con el Gobierno
central.
Entremos en materia. ¿Quiénes son los responsables de que, en 2011 en el
llamado cápita (lo invertido por el Estado en cada español) la CV tenga las
peores cifras, con más de un 7 % por debajo de la media nacional? No busquen
fantasmas, la financiación actual no es un mantra promulgado por dioses
madrileños o de otras CC AA, empeñados en buscar lo peor para la CV y lo mejor
para ellos. Un reparto entre Gobierno y CC AA es el resultado de saber negociar
con datos e inteligencia, algo que requiere simulaciones, racionalidad, firmeza
y diálogo. Si los que actúan en nombre de un colectivo son competentes y honrados,
hay esperanzas de conseguir resultados razonables, pero si estos representantes
actúan anteponiendo sus intereses personales a los de las CC AA que dicen
defender, el resultado puede ser como el que ahora vivimos en la CV.
Hoy conocemos causas que explican el papel de la negociación en el calvario que
vivimos hacia las puertas de la intervención. Nuestra particular película de
terror empieza en 2001 (a principios de 2002 todas las CC AA iban a tener
transferidas educación y sanidad). Imaginen una gran mesa, presidida por Rato,
vicepresidente y ministro de Economía representando al Gobierno central (por
entonces sus actuaciones en el FMI y en Bankia estaban por llegar) con los
representantes de la distintas CC AA. Muchas, no todas, fueron con los deberes
hechos, preparadas para defender legítimamente su parte; pero el deber con su
autonomía que allí representaban no era una virtud presente en los delegados de
la GV.
El Consell de entonces no agrupaba precisamente a dechados defensores de los
intereses colectivos de la CV. Lo encabezaba Zaplana, a punto de marcharse a
Madrid de ministro, obviamente sensible a lo que dijeran Rato y Aznar. Su
recorrido posterior, además del cargo ministerial con portavocía del Gobierno
incluída, se completó con un acta de diputado por Madrid hasta su actual puesto
en Telefónica con su gran sueldo. El vicepresidente primero era Olivas, quien
después de sustituir a Zaplana consiguió dar muestras de su concepto de defensa
de la CV depredando nada menos que a Bancaja; hoy las demandas judiciales ya le
llegan a un domicilio madrileño. El vicepresidente segundo, Ripoll, se retiró a
Alicante donde continúa su singladura en el inacabable caso Brugal que le ha
pillado de pleno. Al frente de Economía y Hacienda, Rambla, también conocido
por sus declaraciones en sede judicial por la financiación del PP que no es
exactamente la propia de la GV. A veces también viajó a Madrid el entonces
conseller Blasco, cuya visión de la defensa de los dineros de los valencianos
vamos conociendo a golpe de sesión judicial.
En el trozo de mesa virtual de la CV de aquellas negociaciones se apiñaban los
protagonistas de los grandes casos (Terra Mítica, Gürtel, Brugal, Cooperación)
objeto de la deteriorada imagen de la CV. ¿Creen que lo prioritario para aquel
equipo era pelear a cara de perro con Aznar, Rato y el resto de las CC AA por
una financiación justa? Cuando ya en 2002 se empezó a aplicar lo que se
llamaría el modelo Zaplana, un programa improvisado sin previsiones de futuro y
generando deudas sin cuento, el regocijo fue grande en el resto de negociadores
que regresaron a sus CC AA con sus financiaciones bien estudiadas. Aquí se
pretendía ser comunidad líder.
Ante la magnitud de la imprevisión, en 2009 hubo pequeños arreglos en el
modelo, pero Camps utilizó el retoque mucho más para atacar a Zapatero, que
para tratar de reducir la magnitud del desaguisado anterior. ¿Si era tan grave,
cómo no nos dimos cuenta? Camps ignoraba todo lo que no fuera autocomplacencia,
no atendía lo que decía la Sindicatura; los empresarios, sindicatos y
académicos varios fueron incapaces de anunciar lo que se nos venía encima y así
hasta hoy.
No fue Madrid el traidor y el malvado. Los incompetentes (o deshonrados)
salieron de la CV y así lucen los números actuales. Entenderán que hablar ahora
de deuda histórica tenga poco futuro, ya que cuando hubo que evitarla elegimos
un equipo cuyos respectivos currícula posteriores ponen muy difícil aspirar a
cualquier comprensión por parte del resto de España. Si inevitablemente el Gobierno
central se va a encargar de administrar el gota a gota que mantenga a la GV en
el límite de supervivencia, quizás una intervención pactada y temporal sea
aconsejable.
Hablamos de finanzas, no de sentimientos, y en ello hay que ser cuidadosos. El
devenir del proceso catalán muestra lo difícil que resulta dialogar cuando
ambas cosas se mezclan.
Levante emv 10-2-2014